[...]El miedo ha estado presente en esta larga carrera por la nominación. Al Gore dice que los políticos se dividen en dos grupos: los que apelan al miedo o los que reclaman confianza. Hillary Clinton ha intentado convencer sobre el hecho de que el futuro presidente de los Estados Unidos debe tener una voz fuerte y experimentada, como la suya, para hacer frente a los peligros que acechan al país. Clinton ofrece volumen y gravedad, Obama una voz con “criterio”, dispuesta al diálogo con todos, incluso con los hostiles. The New York Times (aunque hizo público inicialmente su apoyo a la senadora) criticó duramente a Clinton por sus tácticas de campaña: “Ya es hora de que la senadora Hillary Rodham Clinton reconozca que la negatividad, de la que es responsable en gran medida, sólo le hace daño a ella, a su rival, a su partido y a las elecciones de 2008”. Otra vez, la voz y las palabras de Obama han transmitido más tranquilidad que la visceralidad racista, con tintes agónicos, de Hillary en su último –¿y definitivo?– error, al sugerir que “los trabajadores blancos” debían apoyarla para seguir en carrera.
El susurro de Obama ha llegado lejos. Los electores le han escuchado, porque han podido oírle con nuevos registros. Ha calmado a los escépticos, ha convencido a los superdelegados (uno a uno, como las fichas de un dominó) y ha seducido a la mayoría del star system de Hollywood y de la industria musical. También a las voces digitales y en red que se han multiplicado por Internet para hacer llegar su mensaje. Obama es también el político de moda entre los adolescentes.[...]
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